domingo, 8 de febrero de 2009

A mí me daría vergüenza

Lo digo sinceramente, y una vez en frío. Pero es cierto. Si yo fuera bético, a mí me daría vergüenza ver como ganó ayer mi equipo el derby. Y si hubiera sido el Sevilla lo diría igual. Si algo no me gusta, lo digo. Y lo de ayer fue vergonzoso.

Para que haya más datos: esto lo dice una persona que se marchó del Sánchez Pizjuan antes de que terminara el partido en un Sevilla - Oviedo donde los profesionales (?) (demostraron no serlo ninguno, salvando al portero Luque, que sí demostró merecer llevar ese escudo en la camiseta) del Sevilla F.C. se dejaron perder con el Real Oviedo, simplemente porque eso perjudicaba al segundo equipo de la ciudad. Y además teniendo aún el Sevilla opciones matemáticas de salvación, que desaparecieron ese día con la derrota. Bueno, pues eso que hizo mi equipo me pareció lamentable, y a mí me dio vergüenza.

Pues exactamente igual digo hoy que me daría vergüenza si mi equipo ganara como lo hizo ayer el Betis.

Todo comenzó con un Chaparro (señor Chaparro, ha perdido usted todo el respeto que le tenía, y le aseguro que era mucho) calentando el ambiente con un objetivo claro: "Voy a dar órdenes de que mis chicos vayan a partir piernas, y necesito la complicidad del árbitro para no quedarme con ocho jugadores sobre el campo". Y la jugada le salió perfecta.

No entiendo por qué a los árbitros se les llama jueces de la contienda, cuando lo que son es responsables de respartir INJUSTICIA. Aunque viendo el estado de la justicia en nuestro país, sí que se puede entender.

Bueno, pues un Betis que debió ver cómo le expulsaban a los 10 minutos a Oliveira (increíble lo de este jugador. Uno de los más marrulleros de la historia del segundo equipo de la ciudad, se va a otros equipos y demuestra tener calidad, vuelve y de nuevo se transforma en marrullero) por una entrada criminal a Palop que, evidentemente, era roja directa (salvo para el "juez" de la contienda). Ahí empezó una persecución criminal a nuestros jugadores, raramente castigada.

Y como siempre, el árbitro se dedica a favorecer al equipo ruín que se dedica a destruír fútbol, a dar leña y a afear el partido, y a perjudicar al equipo que quiere jugar y dar espectáculo.

Partido dominado con una autoridad insultante por el Sevilla F.C., que cambia radicalmente cuando expulsan a Duscher por una entrada en la que despeja el balón (ojo, la primera tarjeta amarilla era de libro, pero la segunda...). Eso es justicia. Después de tantísima leña, el equipo que se queda con 10 es el Sevilla.

Y a partir de ahí, el desenlace del partido. Dos contras y dos goles.

El año pasado los árbitros nos favorecieron con el gol de Luis Fabiano con la mano. Lo reconozco. Es verdad.

Este año, en el Manuel Ruíz de Villamarín nos dejaron de pitar un penalti clamoroso a Adriano (ya nadie de acuerda, ¿verdad?), y en la Fábrica de Sueños sevillista,... bueno,... lo que todos pudimos ver ayer.

Los jugadores lo dieron todo después de la paliza copera. Felicidades a ellos, y repito... a los que ganaron... A MI ME DARIA VERGÜENZA.

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