miércoles, 15 de junio de 2011

Por impulsos

Fijándome en una de las pocas banderas españolas que aún quedan en alguna ventana de nuestros edificios como legado del pasado Mundial de fútbol me hacía una reflexión.

Tengo la impresión de que en demasiadas ocasiones actuamos mucho más por impulsos que por decisiones pensadas y maduradas, con visos de continuidad. Y que conste que considero normal que determinados acontecimientos provoquen reacciones en un momento determinado, pero esas reacciones deberían ser, probablemente, más duraderas en el tiempo, y no desaparecer como las burbujas de la gaseosa.



De esta manera, el sentimiento patriótico en nuestro país, algo tan importante pero que incluso algunos nos habían intentado transmitir que era rancio o que pertenecía a otros tiempos pasados que nadie quería recordar -ustedes ya me entienden- se recupera gracias a once señores corriendo detrás de un balón (y haciéndolo muy bien, que eso no lo voy a discutir). Parece sorprendente, desde luego, que lleguemos a sentirnos más españoles que nadie simplemente porque nuestra selección nacional realice un buen papel en un Mundial.

Somos así, está claro. Buen ejemplo de ello son las campañas comerciales en torno a momentos tan señalados como el Día del Padre, Día de la Madre, Día de los Enamorados,… Una buena ocasión para demostrarle al ser querido lo mucho que nos importa (y para que los comercios aprovechen para salir un poquito de la crisis). Pero, ¿sólo ese día? ¿no será mucho más importante como actuemos los otros trescientos sesenta y cuatro días del año?

Y tengo la sensación de que más de lo mismo ocurre cuando llegan unas elecciones (y que conste que no intento con esto, ni mucho menos, hacer un análisis de los últimos comicios, sino que pretendo generalizar). La mayoría de los votantes no se suelen interesar por los proyectos de uno u otro candidato, o por escuchar sus propuestas. En muchos casos se termina votando por otro tipo de detalles, lo que conlleva que el mérito de los partidos políticos radique en ser capaces de captar este “voto impulsivo” que, probablemente, supondrá una mayoría.

Al final nuestra vida no la definen los impulsos, sino la coherencia con la que nos comportamos a diario. Y la bandera de esa coherencia debería estar siempre colocada en nuestra ventana.

2 comentarios:

José Luis dijo...

Hombre, qué alegría, Andrés, por fín una entrada, ¿Cuanto hacía de la última? Qué razón llevas con lo de las banderas. Todo el mundo ama la suya, y a los españoles parece que nos la han identificado con otros tiempos, hay que romper el esquema. Sigue metiendo cositas. José Luis.

José Luis dijo...

Y pon el gadget de seguidores, para meterme. José Luis